martes, 8 de abril de 2008

Nancy Morejon (La Habana, 1944)


Nancy Morejón Hernández
(La Habana, 7.08.1944)

Poeta, ensayista, periodista, crítica literaria y teatral, y traductora.

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Licenciada en Lengua y Literatura Francesas por la Universidad de La Habana, en 1966. Miembro de número de la Academia Cubana de la Lengua desde 1999, se desempeña en la actualidad como asesora de la Casa de las Américas, y como Presidenta de la Asociación de Escritores de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) concluido el VII Congreso de esta en abril de 2008.

Ha alcanzado un inestimable prestigio consagrándose al estudio de la obra de Nicolás Guillén y de las literaturas del Caribe.

Su obra poética incluye más de veinte títulos entre los que se destacan: Mutismos (1962), primero; Where the Island Sleeps Like a Wing (antología bilingüe, 1985); Piedra pulida (1986); Botella al mar (antología, 1997), Richard trajo su flauta y otros poemas (2000), seleccionada y prologada por Mario Benedetti. Se destacan además: Cuerda veloz (2002); Looking Within / Mirar adentro (2003); así como la Antología poética (1962-2000); y el más reciente: Carbones silvestres (2006).

Ha merecido importantes reconocimientos dentro y fuera de nuestro continente, como las Insignias de Oficial de la Orden al Mérito de la República de Francia, y la réplica del Machete de Máximo Gómez, entre otros.

Premios literarios:

  • Premio de Poesía Rubén Martínez Villena de la Universidad de la Habana, 1964.
  • Mención Premio de Poesía UNEAC a su libro Richard trajo su flauta y otros argumentos, 1967.
  • Premio Nacional de Ensayo Enrique José Varona de la UNEAC a su estudio Nación y mestizaje en Nicolás Guillén.
  • Mención en el Premio Internacional de Poesía "Pérez Bonalde" a su Paisaje célebre. Poemas 1987-1992, Venezuela, 1993.
  • Premio Nacional de Literatura, 2001.
  • Premio Yari-Yari de Poesía Contemporánea por el conjunto de su obra, Universidad de Nueva York, 2004.
  • Premio Corona de Oro de Struga, Macedonia, 2006.
  • Premio “Rafael Alberti”, 2007.
  • Premio Internacional de la Asociación de Escritores Gallegos, 2008.

A sus libros Piedra pulida, Elogio y paisaje, y La Quinta de los Molinos les fue otorgado el Premio de la Crítica en 1986, 1997 y 2000, respectivamente.

( Direcciones de correo electrónico: presidentaescritores@uneac.co.cu - escritores@uneac.co.cu )
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del libro Elogio de la danza, 1982
EL TAMBOR

Mi cuerpo convoca la llama.

Mi cuerpo convoca los humos.

Mi cuerpo en el desastre
como un pájaro blando.

Mi cuerpo como islas.

Mi cuerpo junto a las catedrales.

Mi cuerpo en el coral.

Aires los de mi bruma.

Fuego sobre mis aguas.

Aguas irreversibles
en los azules de la tierra.

Mi cuerpo en plenilunio.

Mi cuerpo como las codornices.

Mi cuerpo en una pluma.

Mi cuerpo al sacrificio.

Mi cuerpo en la penumbra.

Mi cuerpo en claridad.

Mi cuerpo ingrávido en la luz
vuestra, libre, en el arco.


del libro Paisaje célebre, 1993
COTORRA QUE ATRAVIESA MANRIQUE

De súbito, una cotorra mínima
va a desplazar su pico por la calle Manrique
y la despavorida, ronronea, dando palos de ciego,
tal vez buscando algún destino.
Los verdes y los azules de su cuello
estallan frente a las zanahorias,
el berro y las lechugas.
Dos negras se aproximan,
desde la multitud,
en un vaivén de hamacas vivas,
columpiadas por el viento del Golfo.
Un vendedor de periódicos
apenas puede pregonar,
absorto ante el fulgor de la cotorra
y la belleza natural de las negras.
La calle Manrique es un boceto de Landaluze
y se detuvo el vendedor
como alguien que acaba de descubrir todo un zoológico.


(selección)

CÍRCULOS DE ORO
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Cantan las aves en la mañana,
sobre el techo de la iglesia meditabunda
pero nadie las escucha a las aves tranquilas
sino el explorador que bajó de las montañas
después de la lluvia. Andar y andar,
atravesando los pastos húmedos,
es una forma de conocer el ambiente
de este pueblo extraño donde las calles
son círculos de oro traídos de la alta mina.

Andar y andar, después que los relámpagos
trajeron su verdad hasta las raíces del almendro en flor.
Oímos todavía el canto bendito de las aves
en la mañana
pero hay unos forasteros, que son soldados,
con sus fusiles en ristre a punto de disparar
sobre la luz del vuelo emprendido por las aves
que cantan en la mañana.

Andar y andar del amigo que contempla
la escena asaltado por el azoro más indescriptible.
Disparan sobre el vuelo azul de las aves
los invasores impunes con sus cascos feroces
y sus fusiles hambrientos de sangre inocente.

Andar y andar, y no comprender nada
sino el derecho de las aves a cantar
y el derecho de los paseantes a escucharlas.
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MUJER NEGRA
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Todavía huelo la espuma del mar que me hicieron atravesar. La noche, no puedo recordarla.
Ni el mismo océano podría recordarla.
Pero no olvido el primer alcatraz que divisé.
Altas, las nubes, como inocentes testigos presenciales.

Acaso no he olvidado ni mi costa perdida, ni mi lengua ancestral.
Me dejaron aquí y aquí he vivido.
Y porque trabajé como una bestia,
aquí volví a nacer.

A cuanta epopeya mandinga intenté recurrir.
Me rebelé.
Su Merced me compró en una plaza.
Bordé la casaca de su Merced y un hijo macho le parí.

Mi hijo no tuvo nombre.
Y su Merced murió a manos de un impecable lord inglés.

Anduve.

Esta es la tierra donde padecí bocabajos y azotes.
Bogué a lo largo de todos sus ríos.
Bajo su sol sembré, recolecté y las cosechas no comí.

Por casa tuve un barracón.
Yo misma traje piedras para edificarlo,
pero canté al natural compás de los pájaros nacionales.

Me sublevé.

En esta tierra toqué la sangre húmeda
y los huesos podridos de muchos otros,
traídos a ella, o no, igual que yo.

Ya nunca más imaginé el camin a Guinea.
¿Era a Guinea? ¿A Benín? ¿Era a
Madagascar? ¿O a Cabo Verde?

Trabajé mucho más.

Fundé mejor mi canto milenario y mi esperanza.
Aquí construí mi mundo.
Me fui al monte.
Mi real independencia fue el palenque
y cabalgué entre las tropas de Maceo.

Sólo un siglo más tarde,
junto a mis descendientes,
desde una azul montaña.

Bajé de la Sierra

Para acabar con capitales y usureros,
con generales y burgueses.
Ahora soy: sólo hoy tenemos y creamos.
Nada nos es ajeno.

Nuestra la tierra.

Nuestros el mar y el cielo.
Nuestras la magia y la quimera.
Iguales míos, aquí los veo bailar
alrededor del árbol que plantamos para el comunismo.

Su pródiga madera ya resuena.
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A UN MUCHACHO
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Entre la espuma y la marea
se levanta su espalda
cuando la tarde ya
iba cayendo sola.

Tuve sus ojos negros, como hierbas,
entre las conchas brunas del Pacífico.

Tuve sus labios finos
como una sal hervida en las arenas.

Tuve, en fin, su barbilla de incienso
bajo el sol.

Un muchacho del mundo sobre mí
y los cantares de la Biblia
modelaron sus piernas, sus tobillos
y las uvas del sexo
y los himnos pluviales que nacen de su boca
envolviéndonos si como a dos nautas
enlazados al velamen incierto del amor.

Entre sus brazos, vivo.
Entre sus brazos duros quise morircomo un ave mojada.
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VOLVERÁS
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Desde el Sur, de cara al sol, tocamos a tu puerta clausurada
para entregarte nuestra palabra en su ensueño feroz, pero
con su ojo despierto que dice la verdad, la huella del espanto,
así como la fuerza del amor.
Tus poemas han sabido atravesar los muros que ahora te
devuelven los poemas nuestros, amasados desde un Pilón
de arena y piedra en cuyo paisaje se han plantado, triunfales,
tu voz y tu esperanza, pues con ellas hemos podido convivir
y con ellas también hemos cantado a la orilla de esta ensenada,
de frente a la montaña. Tú no estás solo porque eres tú
nuestra palabra, porque eres tú nuestra esperanza. Ya no
estarás solo jamás pues tu dolor se nos vuelve rocío, porque
tu soledad, cima o abismo, no carece de sueños.
Soñaremos contigo. Te traeremos a estas montañas y a este
mar porque regresarás como un rey confidente, porque ya
estás volviendo y queremos creer que es este tu retorno:
Aquí hay aves, estrellas, lluvias, ríos,
árboles que dan frutos y dan sombra…
Esta es tu casa.
Porque tu casa visible es la palabra.
Piensa, guardián de los escudos, que pronto habrá un
amanecer en donde entonaremos juntos el himno
incabable del amor.
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VILMA EN JUNIO

Junio trajo la lluvia tempestuosa,
la estrella natural que mece el viento.
Junio poblaba el mar de sentimiento
con la fina presencia de una rosa.

Vilma sabrá guardar la primorosa
espuma fiel de un cielo derramado
como el silencio de su bienamado
bajo el cristal amigo de otra rosa.

Yo la vi levitar como una estrella
viva, serena, amena y encendida.
Vilma, brillando aún como centella,

en la perenne rosa convertida,
hecha canción y sueño realizado
como una clara estrella amanecida.


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