sábado, 24 de mayo de 2008

Isbel Diaz Torres (Pinar del Rio, 1976)


Isbel Díaz Torres
(Pinar del Río, 1.03.1976)

Poeta.

Licenciado en Biología, es miembro de la Asociación Hermanos Saíz, colaborador del Grupo Ala Décima, y trabaja como informático en la Dirección Municipal de Cultura de Plaza de la Revolución.

Ha publicado:
  • PASARON SOMBRAS Y OTRAS COSAS”, Banco de Ideas Z, 1994.
  • OBOE”, Editorial Extramuros, 2005.

Textos suyos han aparecido en revistas y periódicos nacionales, así como en las antologías: “JUEGOS FLORALES, Primeros del Siglo XXI”, Montevideo, 2004; “LA HABANA EN BLANCO Y NEGRO”, Montevideo, 2007; “BIENAVENTURADO EL ÁRBOL QUE CAMINA”, La Habana, 2007.

Ha obtenido los galardones:

  • Primer Premio “Palma Real”, Casa de la Cultura Cubana en Torino, Italia, 2003.
  • Mención Premio “David”, 2004.
  • Tercer Premio Concurso Nacional “Ala Décima”, 2004.
  • Premio Especial Ala Décima, del Concurso Nacional "Regino Pedroso", 2004.
  • Mención “Primeros Juegos Florales del Siglo XXI", Montevideo, Uruguay, 2004.
  • Premio Especial del diario Juventud Rebelde, del Concurso Nacional "Ala Décima", 2006.
  • Primer Premio del IX concurso nacional "Ala Décima", 2009, con el cuaderno "Epígono"; y premio especial del diario Juventud Rebelde, en la misma convocatoria.

Reside actualmente en Ciudad de La Habana.

( Dirección de correo electrónico: dmcplaza@cubarte.cult.cu )

PALABRAS EN LA HARINA

Sacudo la tabla donde mi espalda, vieja y sucia,
lenta espalda enharinada con la harina negra,
ha de autofecundarse.
Con el dedo universal de Vallejo, renuncio.
Renuncia fecunda, seguro, renuncia sin hijos ni peces,
pan fermentado en lo oscuro de su harina,
en su propia leche (a)sombrada.
Unos caballitos crinialados mosquean insistentes,
enviados de afuera, outsiders, rubios turistas enflorados,
pero me como mi mano, mis testículos,
mastico concienzudamente mi mano, amorosamente,
mis testículos,
como una geisha tullida en su indócil kimono,
bebiéndose su hijo en el sake tibio que sirve.
No me importa.
Una espiral que taladra la luz también llega a algún sitio,
o tal vez viene, da igual, de algún sitio,
como sucede con la orina del arce derritiendo la nieve,
un modo de besar, digo yo.

La entrada en el barril, ah, ¡qué fanfarria silenciosa!
¿Será lo mismo el que lleva luz, que el que se lleva la luz?
Lo sé. Sé que lo sé.
Quien hace una pregunta tiene siempre la respuesta;
al menos, de todas, la única respuesta que importa,
y la que, por consiguiente, verá dios, será dios.

Un pie, cruje el tonel,
el otro pie es la oscuridad con la madre allá afuera,
el otro pie es sentarse como un troglodita, en la tierra,
sin rezar, ni maldecir, ni bendecir, ni cantar alabanzas, ni dibujar bisontes,
sentarse,
dejar que la yagruma se deshoje encanecida, gris, roja,
que el presidente vaya de vacaciones, o asalte, o triunfe, o mienta,
que se escriba una partitura hermosa como el agua,
allá afuera,
que alguien gane una partida,
allá afuera,
que se mueran dos hermanos, atrapados, diocecillos blancos,
allá afuera,
que representen la Almas Muertas con final feliz y decorados potmodernos,
que pasen por debajo de mi puerta una citación del CDRANAPUJCFMCFAPIPAEC,
allá afuera,
que todos vivan y sufran y gocen y escriban cartas y ganen premios y coman y sean traicionados y mientan y amen y mueran y odien y defequen y les llegue el bombo y traicionen y canten y tengan hijos y los asalten y les den el carnet y escriban novelas oscuras y claras y se paren en firme y se despidan y lloren y llamen por teléfono y siembren su árbol y lo corten y regresen y respiren y participen y dibujen y salven una toruga y estén ausentes y bailen
todos, allá afuera,
no me importa.

El tonel cruje como un perro atropellado.
Todo es oscuro y húmedo.
La harina me da alergia.

Soplo.
.

.
MARPACÍFICOS

.
................................................................................Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
..........................................................................¿O son una las dos? No bien retira
............................................................................Su majestad el sol, con largos velos
.........................................................................Y un clavel en la mano, silenciosa
..........................................................................Cuba cual viuda triste me aparece.
.......................................................................................................[ José Martí ]

.........................................Al buen Carlos

El éxodo de los marpacíficos me deja una mancha en la pupila.
Es como cuando llueve, y el nido sarandeado por el último ciclón
cae de la Seiba,
apagando una rama en la madre,
describiendo una calandria rota.
El éxodo de los marpacíficos
responde a algún ciclo astral,
algún movimiento externo que empuja,
como las heladas que ahuyentan a los patos salvajes,
como el saltito del alma dándose en pleno rostro contra los barrotes.
Algún movimiento externo, que siempre es interno,
nos hará el favor de alejar a los marpacíficos,
y podremos tomar tranquilamente el vino de cinco pesos,
porque Carlos (y su polen) no vendrán a jodernos la existencia,
porque su nido disuelto en el alero no es el centro del universo.
¿dónde se va cuando se va al hielo,
cuando se abandona el "Tropical Island" para adentrarse en la nieve?
No sé. ¡Por Dios, que no lo sé!
Mas tampoco conozco la Seiba con marpacíficos y girasoles
que debiera crecer en mi patio,
ni las listas que me incluyen y excluyen,
ni conozco el tamaño de mis costas;
sólo sé que los marpacíficos emigran y se retira su majestad el sol,
mientras la Seiba, viuda y triste,
apaga su rama sin nido, en la noche.



UNA PECERA EN EL SANATORIO DE KIERLING

Cada pecera que intento preñar
posee una pregunta en sus aristas,
−una pregunta, o un espacio−
y mi semen se aturde, y regresa,
y la pecera permanece
como una virgen con los relojes dispuestos,
las sábanas dispuestas,
los relojes.

La pecera a la que intento hacerle el amor:
esa charquita sin coacervados latentes
ni mar compacto,
ni cárcel;
sólo esa pecera,
es inaccesible a mis dedos,
no eyaculo en su vientre desnudo,
ni en sus aristas interrogantes,
porque está vacía.
Esa pecera está vacía,
como la más absoluta felicidad,
huérfano como estoy de légamo y mies,
tan distante de Kafka.

Cada pecera que intento preñar
entre los libros de otros cae,
con folios, con barbas,
con las más desnudas bellezas de otros,
y los peces me emplazan, reclamando mi paternidad divina,
yo que no soy ostra, ni tengo perlas de excrementos,
ni fecundo el mar cada mes de marzo.

Me llaman y no hay sumario previsto,
debo fornicar mi otredad con la furia del amante adolescente
que mira desde su taza la taza,
la blanca pecera,
el tálamo donde macerar las penumbras, los desamparos,
los trémolos de la envidia suprema,

pero allí no están,
como si marzo hubiera florecido,
tan distante de Kafka.



INVOCACIÓN AL PADRE

"Hijo:
............................................... Siempre partir es la encomienda"
..................................................................... [ Pedro Péglez ]


¿En qué espira la encomienda
de partir, se hace retorno?
¿Qué auriga, Padre, soborno,
que me conduzca sin venda?

¡No hay sirgador!

La contienda
de este viaje está en mis remos.
He de templar los extremos
peligros.
Las Soledades.
Debemos bordear al Hades
mis remos y yo...
¿podremos?

¡Ah, Padre, qué abismo el mar!
Sus espejos son infieles,
Dios no asoma ni con mieles,
ni con cirios.
La Polar
sólo me obliga a bogar
con más demencia hacia el Norte
– la tormenta va de forte
a piano, de scherzo a adagio –
Céfiro empuja al naufragio
y el barco, a que el viaje aborte.

Ya no esperan Vellocinos,
ni griales, ni aladas ceras;
mas si regreso...
¿me esperas?

No están Penélope... o Minos...
ya sé,
Padre, esos caminos
abandoné en mi partida.
¿Pero tú?
¿estarás con vida
o a la mar habrás nombrado?
¿Estarás, Padre, a mi lado?
¿Me darás la bienvenida?

Ícaro soy (sin sus alas)
del Sol tornando vencido.
La distancia a mi hogar mido
y me parecen más ralas
sus columnas.
Ruego a Palas
que me ayude a discernir.

Si el saber está en partir
¿debo remar hacia adentro?
¿o los tálamos del centro
están prontos a morir?
¿Debo olvidar la semilla
y poner proa al espacio
excitante,
menos lacio,
que me aleja de la orilla?
¿o debo vencer la milla
que en mi garganta comienza?

¡Esta pregunta es inmensa!

Recuerdo al Paria perdido:
el laberinto es su nido
mas sólo en el plano piensa.





1 comentario:

Anónimo dijo...

la poesía de Isbel se aprecia mejor si se lee con la estructura que él mismo incluye, eso de centrar sus poema cuando el autor no lo hizo me parece una falta de respeto al autor.

Felicidades Isbel