Sigfredo Ariel Pérez-Guedes
(Santa Clara, 31.10.1962)
Poeta, narrador, ensayista, dibujante, guionista de radio, cine y televisión, productor musical.
Desde hace veinte años trabaja en la radio y la televisión cubanas, escribiendo y dirigiendo programas culturales.
Ha publicado artículos, ensayos y entrevistas sobre estos temas en revistas especializadas de varios países. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, alemán, ruso, italiano y francés. Aparece en numerosas muestras y antologías de la poesía cubana contemporánea.
Ha recibido los premios de poesía El Caimán Barbudo (1985 y 1988), Premio Abril (1990), Premio La Gaceta de Cuba de Poesía (1995), Premio UNEAC de Poesía (1998 y 2005), Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén (2002). Premio Nacional de la Crítica (2002 y 2006), Premio Internacional ULCRA del Audiovisual Latinoamericano (México DF., 1990), Premio al mejor guión inédito en el XVIIII Festival de Cine de La Habana de 1997 y, en ese propio año, la Distinción Por la Cultura Nacional. Recibió en 1999 la Medalla conmemorativa Fundación de la Ciudad de Santa Clara.
OBRA PUBLICADA:
- Algunos pocos conocidos,Ediciones Unión, 1987 (Premio David - UNEAC 1986).
- El enorme verano, Editoria Abril, 1995 (Premio Pinos Nuevos).
- El cielo imaginario, Ediciones Vigía, Matanzas, 1996.
- Las primeras itálicas, Miguel Gómez Editores, Málaga, España, 1997.
- Hotel Central, Ediciones Unión, 1998 (Premio UNEAC de Poesía "Julián del Casal" 1997).
- Los peces y La vida tropical, Editorial Letras Cubanas, 2000.
- Manos de obra, Editorial Letras Cubanas, 2002 (Premio Nacional de Poesía Nicolás Guillén 2002).
- Born in Santa Clara, Ediciones Unión, 2006 y 2007 (Premio UNEAC de Poesía “Julián del Casal “ 2005, y Premio Nacional de la Crítica 2006).
- Cielo imaginario (2008).
Actualmente reside en La Habana.
( Dirección de correo electrónico: siariel@cubarte.cult.cu )
Del pariente mambí
..............................................para Luisa Campuzano
Ha sido el propio General, señora,
quien me ha encargado plantar entre las cosas
olvidadas de su closet algunas de las cartas
que escribí mientras estuve entre
apetitos y horizontes familiares vueltos
hace tiempo niebla.
Soy Leopoldo, el tío jovial
desconocido suyo, mensajero del árbol
que hizo fuerte la manigua, una marca
en el aire olvidadizo, si prefiere, de sombra.
Hallará mis nuevas señas en palabras habladas
o en palabras de tinta que pondré —también
por voluntad de nuestro común antepasado
aborrecido— desde la gran penumbra donde
los clásicos descifran sus propias escrituras:
Ajedrez grabado en mármol, transferido
por manos de copistas en papeles bizarros
que envolvieron momias o cubanas crónicas
de amor amarradas con cintas en el cielo
de un closet, oscuridad que ama.
Un lugar, una forma
........................................................en Matanzas
Algún lugar tiene forma de calle
con quinientos escalones desiguales.
Nunca supe su nombre, no he vuelto por ahí.
Al final está el río, en el comienzo
una arenosa ruina.
Allí pusieron una luz y un cuerno de altavoz.
Nos sentamos en el piso, tú leíste
unas líneas del amigo suicida.
En un momento mencionaba a Caibarién
playa republicana donde vi siendo niño
los senos de una joven por primera vez.
Regresaste temblando al escalón
las finas manos frías.
A un lado y otro
cocían sus pescados las familias sumidas
en sus televisores con los cuales
la farmacia, el aserrío o la empresa del azúcar habían retribuido su trabajo ejemplar.
En una de aquellas casas merodeaba
el fantasma de Heredia, en otra
el del poeta Milanés según dijeron.
Otros bardos menores volaban también
en el vapor de las comidas.
Pienso yo.
En Guadalajara, Jalisco
La calle no se hizo para que tomes
cerveza y hables de poesía, la calle
no se estira alrededor para que asomes
tu cabeza de muchacha. La calle
que conduce al monumento
de los niños héroes es la misma de Sears. Un lento
prójimo conversa con otro mejor disciplinado
en artes de la contemplación (contemplo
las palabras de sus bocas saliendo
escritas en un rollo de papel como
conversan los santos parlanchines en los templos
góticos). Tomo
aire, no aliento, comprendo
o disimulo como Carlos Varela, como un gnomo
digamos, por ejemplo.
Los peces
A menudo me he dejado llevar por la corriente
agua de la ciudad, agua que filtran
los gajos de la menta.
No era un perseguido pero me perseguían
he servido de abono
caminado
la ruta que entonces alumbraban
los pequeños pescadores clandestinos.
Las perlas de tu boca, las perlas del danzón
eran de agua
y estaban en el agua como yo.
Quizás he visto todo
por el ojo de una res.
Y nuestra carne es roja y bien condimentada.
Y en las púas pondrían a secar nuestras cabezas
cortadas a ras —como la del bautista—
pero sin solemnidad
ni los ojos abiertos como tazas volcadas.
Llévala hielo acuéstala ave fénix
pájaro de aquí ve picoteando su corazón un poco
y busca escarba transfigura
un grano de madera dulce aún
no vulnerado aún por el descuido.
ooOoo
Quizás estamos en el globo de sus ojos.
Transcurrimos tal vez por sus antiguos cuerpos.
Gravitamos en el cielo de sus bocas
en la tensión del músculo nadamos
y hemos sido su ejército desde el origen.
Quién sabe no sea útil para mí
caer bajo el filo de su arado tantas veces.
Nuestros dioses fueron dispersados
en una edad incierta
huyen todavía entre las tantas noches
en que nadie vino
/a traer a preguntar
a guarecerse aquí.
Tal vez cueste demasiado sostenerse en pie
no es tierra firme.
ooOoo
Yo no soy la conciencia
ni siquiera la inconsciencia
entiendo la mitad de esas noticias de África.
Ningunos ojos sino los míos
ahora beben de esta visión encantadora.
Yo debía estar solo en esta dulce soledad
como Manfredo.
He aprendido a nadar
sobre el tesoro del agua paseé a caballo
me ha tumbado el aguardiente
bajo frutas maduras
he sido el mayoral y el sable
en la maleza que nos desconocía:
gente sin tino en el desorden
me he dejado llevar por la corriente
un cuchillo en la faja del baile popular
en la cervecería
bailarines saludando con delicadeza
luego un hombre y su mujer
desayunando en paz.
He aprendido a nadar
traje un cervato para altos sacrificios
Juan hijo de Juan
nací una noche en que los bares cerraron
por temor de la guerra.
ooOoo
Hice blanco en esturiones de paño
dorados saludables pargos
del espíritu
y roncos jóvenes
y jóvenes serruchos
ni siquiera tenían alma
sino esperma goteada y largos
huesos de harina
Hombres con alas cazadores como yo
fértiles como salidos de la Biblia
bailaban en las márgenes del río
del brazo de sus hija vírgenes
con ojos de carbón
entonces creo
no vi más.
ooOoo
Habrá quien de estos versos saque una canoa y
entre al mar pues ya he sentido en mi espalda su
callado impulso y siempre habrá quien de estos
versos edifique una tarde incomprensible para mí
entre sus desconocidos en lugares que no veré
rodeado de palabras que serán extrañas y siempre
habrá quien suponga la nada de estos días y trate
de cortar con un cuchillo esta rueda de humo.
ooOoo
Ha vuelto a ser octubre muchas veces
punteros de átomo, navíos
escapes de amoniaco
nos han acorralado como estacas
no he prestado atención.
Tras las canteras
y el rastrojo oliva de los pastos
no se verá la costa
llamada Caibarién por un vaho de indios.
Y me he dejado llevar
o me han traído
y he llegado hasta aquí
remontando
la tierra apisonada
por infinitos bailes.
La luz, bróder, la luz
Mirar caer la nieve en la oficina de registro
cuando uno es la señal con un pañuelo, un sauce
que huele a mar del trópico, un animal aislado.
Pudiera caer ahora mismo la nieve sobre los edificios
en copos graves
pudiera morirme si me viera en una cerrazón
que tumba la cabeza
hasta las manos de los padres
que esperan sentados en un parque
y que no saben nada.
Un hombre quitaría con una vieja pala esta ceniza.
Vagamente regresa a aquel lugar
donde llovía detrás de la cabeza
cuando tuvo otro nombre y una cicatriz en la barbilla
y era hipócrita y humano
como un pobre diablo.
Bebía en los circos de ocasión
y tenía el bolsillo repleto de llaves inservibles
y un temor absoluto de la soledad.
Seré yo mismo acaso si fuera tenedor de libros
o fuera neerlandés y conociera la magia
y si en el extremo de mi vida la nostalgia
me pasmara las manos sobre el hielo.
Job pudo reposar sin violentarse
sobre este caracol marino
y las sabanas pudieran estar llenas de alfalfas
o de termas brillantes o de casas de troncos.
Quiénes seríamos entonces / calle abajo
acaso compraríamos el periódico de la mañana
cayéndonos de sueño
y las mandarinas y el pan dulce.
Estos años románticos los querrán los hijos de los hijos
y buscarán la letra en el registro, nuestros discos
los papeles sucios.
Voy a morir sin ver la nieve
qué hubiéramos adelantado bajo la nieve harinosa
esa pequeña aventura en nuestra luz:
el paso de un astro, la carrera de una estrella.
Estos días van a ser imaginados
por los dioses y los adolescentes que pedirán estos días
para ellos.
Y se borrarán los nombres y las fechas
y nuestros desatinos
y quedará la luz, bróder, la luz
y no otra cosa.
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